No te sonrojes mi niña cuando el viento te levante las faldas.
Tus pasos marcados en fuego, y en hielo tus miradas.
Eres hoja de otoño que cae, lo que no sé es si en el agua o en mi cama.
Esperada entre rejas.
Siempre entre jaulas y quejidos de perros con mariposas en sus tripas.
Diosa de salvajes que se codea con la luna.
Ciega de la lotería de tus ojos.
Acostumbrada a los homenajes, pero en el fondo paje entre pajes.
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