En momentos de versos no hubo tiempo para besos.
Cabalgando a lomos de la falsa indiferencia,
luchamos en el verano de la nieves.
De tanto esperar, se consumió el delirio.
Y no hay delirio sin vehemencia.
Estos dos vehementes caducaron en la demora.
Y estoy de muerte y ardiendo,
sin pasar por el crematorio.
No hay mal que por bien no venga,
ni venganza que bien haga.
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