viernes, 12 de noviembre de 2010

Nuestro chiquero.

Me pediste que aguantara cuando el cortijero se dejó el chiquero abierto de par en par. 
Me dijiste que entre paja y paja encontraría un lugar para el apego, en un rincón de nuestro redil.
Fuera, esperaba el cereal. 
Nos quedamos ávidos de ayuno, con la garganta árida de esperar aquel trago de agua que nos hiciera renovar...


Fue, 
una confitura de caricias,
pastel en carestía que nos llevó a otro nivel,
escarpada inclinación la pendiente de los dos.
Fuimos,
devoción, apego, querencia y adhesión,
pollos sin cabeza que sobrevivieron al invierno de la obstinación.

Encandilados por el encanto... deslumbrados por la luz.



Mientras ellos comían fuera del chiquero, a ti y a mí... nos azotaba el cortijero.



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